Recientemente, la segunda cadena
de Televisión Española viene programando algunas películas francesas actuales.
Bastantes de las mismas, ya sean comedias o dramas, poseen una gran calidad e
incluso alguna de ellas como “Joyeux
Noël”, del director Christian Carion, puede calificarse como obra
maestra.
Después de ver estas cintas,
cualquier español con espíritu crítico llegara a la conclusión de que existe
una abismal diferencia entre ese cine realizado más allá de los Pirineos y la
mayor parte del que se hace en España. Aquí faltan ideas, sobra grosería y
mediocridad, y los ejemplos más representativo de cuanto afirmo son las películas de Pedro Almodóvar.
Pero lo verdaderamente grave del
asunto es que ese tipo de cine español (tan lejano, ¡ay!, del que rodaron
Barden, Berlanga, Buñuel , Martín Patiño o Saura) esté tutelado, mimado,
subvencionado por el Ministerio de Cultura.
Un amigo mío escritor afirmaba
en un lúcido artículo que la cultura española de las tres últimas décadas se
hallaba controlada por la CIA o por los Servicios Secretos del Estado. No sé si
esto será cierto, pero lo que resulta meridianamente claro es que desde los
numerosos organismos gubernamentales dedicados a la cultura se apoya y se mima
la mediocridad, la falta de crítica, la sumisión, lo insípido, y ello no sólo
en cine, sino en todas las artes y las letras. Todo lo cual se lleva a cabo mediante el
bochornoso sistema de premios corruptos y subvenciones, mediante los
suplementos y páginas culturales de los diarios vinculados a los dos partidos
mayoritarios y mediante el silenciamiento de toda disidencia.
Esta nefasta política ha llenado
el panorama cultural de falsos valores. Nunca en nuestra historia existió una
distancia mayor entre lo que verdaderamente posee calidad y lo que se nos
ofrece como paradigma. Los creadores valiosos hoy permanecen en el anonimato,
salvo en algunas contadas ocasiones como los casos de Alejandro Amenábar o
Arturo Pérez Reverte. Este último une espíritu crítico, calidad y reconocimiento.
¿Cómo es que no se lo silenció al igual que al resto de quienes cultivan con
dignidad y con estilo propio su arte o su literatura? Sencillamente: porque
Pérez Reverte fue muy conocido como corresponsal de guerra y como presentador
televisivo antes que como novelista. Con ello puenteó la férrea censura
española de nuestro tiempo.
Y como ejemplo máximo de esa
mediocridad elevada artificialmente desde el poder está la obra de J. M.
Caballero Bonald, ganador este año del premio Cervantes, un premio cada día más
desprestigiado. Pero está claro: no nos vamos a exiliar a Francia a pesar de
que en nuestro país la gente, cada vez más manipulada, siga aplaudiendo el
traje nuevo del emperador. Aquí tenemos el rioja, el sol, los amigos…
Fernando
de Villena.