A modo de presentación


La obra de Fernando de Villena es, ante todo, una lucha titánica contra el desgaste de las palabras, como si le hubiera sido dado conservar su legado contra el deterioro del tiempo y la proliferación de los nuevos bárbaros. Por otra parte, De Villena conecta con la tradición más renovadora de la literatura española, como la Generación del 98 y, más atrás, con el Modernismo, Romanticismo y Culteranismo. Pero, a la vez, es un autor profundamente imbuido de su tiempo, inserto en el más nuevo paradigma. (G. Morales)

Aunque muchos no lo saben y otros no quieren saberlo, el poeta granadino Fernando de Villena es el autor de uno de los ciclos poéticos más ambiciosos, inquietantes y verdaderamente renovadores de cuantos se han producido en la poesía española de las últimas décadas. Este hecho lo convierte en referente obligado para un entendimiento riguroso de la última poesía española y en modelo cierto de las nuevas generaciones, que ya lo siguen con pasión. (J.Lupiáñez)

BREVE ANTOLOGÍA POÉTICA


                              ADIOS

               La vida se nos iba
               en días inocentes
               de mansa lluvia y frío en los tejados.
               Leíamos sin orden, amábamos a veces…
               El vano conversar y la esperanza incierta
               nos llevaban el resto.

               En días soleados
               las fieles estaciones al paso por los chopos
               -ya verdes, ya dorados, ya desnudos-
               silentes nos decían la vida se nos iba.

               Y se nos fue la vida, ¡tan callando!,
               sin traer una nueva primavera
               después del largo y doloroso invierno.



                              EL PATIO DEL COLEGIO

               En los días de cielo encapotado
               está más triste el patio y sus balcones
               con maderas de viejos cuarterones
               y baranda muy negra en mal estado.

               Es un patio sombrío, encajonado,
               y vencidos están sus canalones;
               tiene sombras de hospicio en los rincones
               y líquenes de sangre en el tejado.

               En sus cuatro parterres frente a frente,
               bajo humildes naranjos y rosales,
               crece hierba salvaje hacia la puerta.

               En el centro y de piedra una gran fuente
               muestra pútridas aguas en la cuales
               flota esta tarde una paloma muerta.



                              ESTACIÓN DE ALDEA

               La tarde moría sobre las acacias.
               Del campo venía la brisa aromada;
               las aves callaban, los grillos cantaban…
               La tarde moría.

               Las rosas en sombra formaban guirnaldas
               por sobre los arcos, junto a la campana,
               y con sus agujas lento las flechaba
               el reloj añoso.

               La luna en creciente y estrellas clavadas
               en un firmamento turquesa y de nácar.
               El reloj añoso los sueños contaba.
               La tarde moría.

               Estrépito grande y una luz lejana.
               Un temblor del aire por las enramadas.
               Un silbo furioso: el tren que llegaba.
               Las rosas en sombra.
               Un ángel huía. La noche reinaba.



                              FERNANDO DE HERRERA (1596)

               Quizá se me reproche mi verbo de andaluz;
               acaso no se estime mi empresa la más alta,
               pero al caer la tarde, cuando la luz me falta,
               preciso me resulta cantar mi propia Luz.

               Yo un hombre soy tan sólo y amar fue mi blasón;
               oculta al fin mi Estrella, ni sueño ya ni espero.
               A los regios banquetes un buen libro prefiero
               y un tiento de Correa que de la Fama el son.

               Prefiero en fin mirando las aguas del gran Betis
               los días ver hundirse que perseguir en vano
               el oro que –se afirma- posee el suelo indiano
               allende el oscilante trigal azul de Tetis.

               Prefiero tosca saya que el roce del arnés
               y a las doradas jaulas o cortesanas salas
               do sólo la mentira posee libres alas,
               prefiero mis callejas en torno a San Andrés.


                              ELLA

               Puedo hablar del viento en las cañadas,
               del viento en las ramas de los olivos
               y de las nubes altas, prendidas en un cielo celeste.

               Puedo hablar del mosto dorado de este otoño
               que guarda en sí el aroma y el sabor
               de esta tierra salvaje y hermosa
               -tierra de toros bravos y pájaros extraños-.

               Puedo hablaros de algunas mariposas
               que, zagueras de la primavera última,
               giran aún entre las encinas,
               y de los valladares de piedras
               silentes bajo la tormenta.
               Todos me entenderíais
.
               Mas si os hablase de ella,
               de María Teresa, que une en su interior
               la arrogancia y la dulzura del viento,
               el fuego del mosto recién pisado,
               la belleza indefinible de las mariposas,
la firmeza de las antiguas piedras
y la emoción de todos los otoños
y de las primaveras todas…,
¿quién de vosotros me creería?



               CEMENTERIO

Aquí, bajo esta losa
que una estatua, besada por la lluvia,
custodia, diligente,
el caudal se remansa de los míos.

Duermen todos –ya tierra, ya gusanos o nada-,
duermen todos y fueron necesarios
para que alcance ahora
el aura de mi sangre
la yerta rama de este pensamiento.

Aquí, bajo esta losa, cerca de estos cipreses,
reposarán un día
todo el fuego de playas al crepúsculo
que mis pupilas guardan,
todo el temblor de labios femeninos
que conservo en los míos cual tesoro,
todo el amor que el corazón me cerca,
todo el dolor que alienta mis entrañas.

¡Es tan breve la vida para tan larga muerte!
¡Es tan leve este mármol para tan áurea vida!

  
               VENTIMIGLIA

Conforme vas llegando a la frontera
se hace más y más íntima la costa;
dijérase las flores
se abren más de verdad
y el aire acuna músicas y risas.

En la modesta aduana
te exigen por entero pasaporte
la sincera alegría de vivir.

Escuchas el idioma
y recuerdas jardines que amanecen
con plática y amor de ruiseñores.

No es éste el mar adonde desembocan
las lágrimas sin fin
de quienes andan solos
ni es jungla de cristal
ni es urna de ahogados…
Aquí el mar tiene aliento de aventura,
júbilo de sirenas;
semeja casi un huerto o paraíso
de frutos azulados.

El cielo de esta tierra te sugiere
un salón para el baile de las almas
o una sábana añil
tendida por los ángeles.

¿A qué hablar más? Decir te bastaría:
“¡Ya me encuentro en Italia!”



               DÍA DE TODOS LOS SANTOS

¡Difícil para un niño entender la muerte!

Día de todos los Santos
o día de los fieles difuntos.
Extraño para nosotros
visitar el cementerio:
aquello tenía el sinsentido
de las flores tronchadas;
era un falso jardín
donde sólo la piedra
en dolientes estatuas
alcanzaba su razón.

Entonces aprendí el nombre de los crisantemos
y el olor del agua corrupta,
la lentísima labor de las hormigas
y la vocación de eternidad
de los cipreses.

La vida se nos abría entonces
como una granada en sazón.

¡Difícil para un niño entender la muerte
por más que la nombre en sus oraciones!

En los teatros el Tenorio,
en el rostro de los mayores
el recuerdo de los idos o el temor.
Pero para nosotros
los días eran azules e infinitos
y aquellos senderillos
donde los pájaros cantaban
de manera diferente
sólo un sitio más para los juegos.

Cuál fuese el significado del negro
en el vestir de aquellas gentes
que pasaban como sombras
tardamos en saberlo.



               EL CAMINO

Sombrío es el camino y tortuoso
que a la Estigia conduce.
Creyeras que es la noche cuando avanzas,
y el sol no se ha dormido todavía,
pero las altas ramas
de pinos y cipreses
impiden todo atisbo de su luz.
Se oye a veces un trino
colmado de misterio
que suena a despedida
y casi también como advertencia.

Es sombrío el camino
que entre campos de loto
poco a poco desciende
tal la lenta serpiente hasta su presa.

Acaso aún lo ignoras,
pero noche tras noche,
cuando crees que sueñas,
pero día tras día,
cuando crees que vives,
recorres su calzada pedregosa,
te acercas a las aguas del silencio.



               AL NACIMIENTO DE NUESTRO SEÑOR

Por Ti, Jardín, por Ti, por tu hermosura
los jacintos, honor del mes primero,
las tímidas violetas de febrero
y en marzo: del almendro la blancura;

esmerar el clavel abril procura;
rosas mayo en concierto verdadero
y celindas dispone junio entero,
mientras julio jazmines apresura.

Madreselva en agosto por Ti nace;
ve el dompedro septiembre, dalia octubre
y noviembre los triste crisantemos.

Mas diciembre, que todo lo deshace,
a Ti mismo te engendra y te descubre
porque, Flor de la Vida, te gocemos.



               EPITAFIO

    No ha de turbar mi tumba el ronco viento
ni la lluvia de inviernos sucesivos.
Para dejar tus lirios sensitivos
en vano buscarás mi monumento.

    No deseo la tierra como asiento
ni siquiera en la paz de los olivos
ni estar cerca del mundo de los vivos
cuando acabe el sentir de cuanto siento.

    Una tarde estival, celeste y tibia
llevarás mi ceniza al mar latino
y, en sus ondas disuelta, prontamente

llegará a Grecia, Italia y hasta Libia,
buscará algún palacio submarino
o hallará su quietud en el Oriente.


           ELEGÍA XIV

    A veces un instante
del tiempo se equivoca
y todos los aromas y sonidos
o tal vez los sabores, las personas,
los sitios de otros años que se fueron,
renacen de repente
con una intensidad que casi nos asusta.

    Y vemos a los muertos
que tanto nos amaron
y nos hablan de nuevo
y no es un sueño todo.

    Granada a nuestros pies, otra Granada
más íntima y fulgente
bajo la suave noche de un otoño
que yo ya no recuerdo.

    Los juegos con mis primos;
mis padres en el auto,
y el olor del pinar que comenzaba
en la misma cuneta…

    A veces un instante
del tiempo se equivoca.
Es un instante sólo,
pero brilla y nos arde en lo más hondo
como si fuera eterno.




              ESTAMPA DE LOS AÑOS CINCUENTA

    Ver la lluvia a través de los cristales
de un café de provincias en domingo:
los burgueses felices en su limbo
van y vienen por entre soportales;

las muchachas, distintas pero iguales,
que sin rumbo pasean en corimbo,
como erráticos ángeles sin nimbo,
buscando quien las haga terrenales;

una monja, un soldado, algún mendigo,
un famélico perro, cien paraguas
y las mismas campanas retadoras.

Fuma adentro el anónimo testigo;
ya no evoca ni espera ya otras aguas;
acabó por creer vanas las horas.





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