ADIOS
La
vida se nos iba
en
días inocentes
de
mansa lluvia y frío en los tejados.
Leíamos
sin orden, amábamos a veces…
El
vano conversar y la esperanza incierta
nos
llevaban el resto.
En
días soleados
las
fieles estaciones al paso por los chopos
-ya
verdes, ya dorados, ya desnudos-
silentes
nos decían la vida se nos iba.
Y
se nos fue la vida, ¡tan callando!,
sin
traer una nueva primavera
después
del largo y doloroso invierno.
EL
PATIO DEL COLEGIO
En
los días de cielo encapotado
está
más triste el patio y sus balcones
con
maderas de viejos cuarterones
y
baranda muy negra en mal estado.
Es
un patio sombrío, encajonado,
y
vencidos están sus canalones;
tiene
sombras de hospicio en los rincones
y
líquenes de sangre en el tejado.
En
sus cuatro parterres frente a frente,
bajo
humildes naranjos y rosales,
crece
hierba salvaje hacia la puerta.
En
el centro y de piedra una gran fuente
muestra
pútridas aguas en la cuales
flota
esta tarde una paloma muerta.
ESTACIÓN
DE ALDEA
La
tarde moría sobre las acacias.
Del
campo venía la brisa aromada;
las
aves callaban, los grillos cantaban…
La
tarde moría.
Las
rosas en sombra formaban guirnaldas
por
sobre los arcos, junto a la campana,
y
con sus agujas lento las flechaba
el
reloj añoso.
La
luna en creciente y estrellas clavadas
en
un firmamento turquesa y de nácar.
El
reloj añoso los sueños contaba.
La
tarde moría.
Estrépito
grande y una luz lejana.
Un
temblor del aire por las enramadas.
Un
silbo furioso: el tren que llegaba.
Las
rosas en sombra.
Un
ángel huía. La noche reinaba.
FERNANDO
DE HERRERA (1596)
Quizá
se me reproche mi verbo de andaluz;
acaso
no se estime mi empresa la más alta,
pero
al caer la tarde, cuando la luz me falta,
preciso
me resulta cantar mi propia Luz.
Yo
un hombre soy tan sólo y amar fue mi blasón;
oculta
al fin mi Estrella, ni sueño ya ni espero.
A
los regios banquetes un buen libro prefiero
y
un tiento de Correa que de la
Fama el son.
Prefiero
en fin mirando las aguas del gran Betis
los
días ver hundirse que perseguir en vano
el
oro que –se afirma- posee el suelo indiano
allende
el oscilante trigal azul de Tetis.
Prefiero
tosca saya que el roce del arnés
y
a las doradas jaulas o cortesanas salas
do
sólo la mentira posee libres alas,
prefiero
mis callejas en torno a San Andrés.
ELLA
Puedo
hablar del viento en las cañadas,
del
viento en las ramas de los olivos
y
de las nubes altas, prendidas en un cielo celeste.
Puedo
hablar del mosto dorado de este otoño
que
guarda en sí el aroma y el sabor
de
esta tierra salvaje y hermosa
-tierra
de toros bravos y pájaros extraños-.
Puedo
hablaros de algunas mariposas
que,
zagueras de la primavera última,
giran
aún entre las encinas,
y
de los valladares de piedras
silentes
bajo la tormenta.
Todos
me entenderíais
.
Mas
si os hablase de ella,
de
María Teresa, que une en su interior
la
arrogancia y la dulzura del viento,
el
fuego del mosto recién pisado,
la
belleza indefinible de las mariposas,
la
firmeza de las antiguas piedras
y
la emoción de todos los otoños
y
de las primaveras todas…,
¿quién
de vosotros me creería?
CEMENTERIO
Aquí,
bajo esta losa
que
una estatua, besada por la lluvia,
custodia,
diligente,
el
caudal se remansa de los míos.
Duermen
todos –ya tierra, ya gusanos o nada-,
duermen
todos y fueron necesarios
para
que alcance ahora
el
aura de mi sangre
la
yerta rama de este pensamiento.
Aquí,
bajo esta losa, cerca de estos cipreses,
reposarán
un día
todo
el fuego de playas al crepúsculo
que
mis pupilas guardan,
todo
el temblor de labios femeninos
que
conservo en los míos cual tesoro,
todo
el amor que el corazón me cerca,
todo
el dolor que alienta mis entrañas.
¡Es
tan breve la vida para tan larga muerte!
¡Es
tan leve este mármol para tan áurea vida!
VENTIMIGLIA
Conforme
vas llegando a la frontera
se
hace más y más íntima la costa;
dijérase
las flores
se
abren más de verdad
y
el aire acuna músicas y risas.
En
la modesta aduana
te
exigen por entero pasaporte
la
sincera alegría de vivir.
Escuchas
el idioma
y
recuerdas jardines que amanecen
con
plática y amor de ruiseñores.
No
es éste el mar adonde desembocan
las
lágrimas sin fin
de
quienes andan solos
ni
es jungla de cristal
ni
es urna de ahogados…
Aquí
el mar tiene aliento de aventura,
júbilo
de sirenas;
semeja
casi un huerto o paraíso
de
frutos azulados.
El
cielo de esta tierra te sugiere
un
salón para el baile de las almas
o
una sábana añil
tendida
por los ángeles.
¿A
qué hablar más? Decir te bastaría:
“¡Ya
me encuentro en Italia!”
DÍA DE TODOS LOS SANTOS
¡Difícil
para un niño entender la muerte!
Día
de todos los Santos
o
día de los fieles difuntos.
Extraño
para nosotros
visitar
el cementerio:
aquello
tenía el sinsentido
de
las flores tronchadas;
era
un falso jardín
donde
sólo la piedra
en
dolientes estatuas
alcanzaba
su razón.
Entonces
aprendí el nombre de los crisantemos
y
el olor del agua corrupta,
la
lentísima labor de las hormigas
y
la vocación de eternidad
de
los cipreses.
La
vida se nos abría entonces
como
una granada en sazón.
¡Difícil
para un niño entender la muerte
por
más que la nombre en sus oraciones!
En
los teatros el Tenorio,
en
el rostro de los mayores
el
recuerdo de los idos o el temor.
Pero
para nosotros
los
días eran azules e infinitos
y
aquellos senderillos
donde
los pájaros cantaban
de
manera diferente
sólo
un sitio más para los juegos.
Cuál
fuese el significado del negro
en
el vestir de aquellas gentes
que
pasaban como sombras
tardamos
en saberlo.
EL CAMINO
Sombrío
es el camino y tortuoso
que
a la Estigia
conduce.
Creyeras
que es la noche cuando avanzas,
y
el sol no se ha dormido todavía,
pero
las altas ramas
de
pinos y cipreses
impiden
todo atisbo de su luz.
Se
oye a veces un trino
colmado
de misterio
que
suena a despedida
y
casi también como advertencia.
Es
sombrío el camino
que
entre campos de loto
poco
a poco desciende
tal
la lenta serpiente hasta su presa.
Acaso
aún lo ignoras,
pero
noche tras noche,
cuando
crees que sueñas,
pero
día tras día,
cuando
crees que vives,
recorres
su calzada pedregosa,
te
acercas a las aguas del silencio.
AL NACIMIENTO DE NUESTRO SEÑOR
Por
Ti, Jardín, por Ti, por tu hermosura
los
jacintos, honor del mes primero,
las
tímidas violetas de febrero
y
en marzo: del almendro la blancura;
esmerar
el clavel abril procura;
rosas
mayo en concierto verdadero
y
celindas dispone junio entero,
mientras
julio jazmines apresura.
Madreselva
en agosto por Ti nace;
ve
el dompedro septiembre, dalia octubre
y
noviembre los triste crisantemos.
Mas
diciembre, que todo lo deshace,
a
Ti mismo te engendra y te descubre
porque,
Flor de la Vida,
te gocemos.
EPITAFIO
No ha de turbar mi tumba el ronco viento
ni
la lluvia de inviernos sucesivos.
Para
dejar tus lirios sensitivos
en
vano buscarás mi monumento.
No deseo la tierra como asiento
ni
siquiera en la paz de los olivos
ni
estar cerca del mundo de los vivos
cuando
acabe el sentir de cuanto siento.
Una tarde estival, celeste y tibia
llevarás
mi ceniza al mar latino
y,
en sus ondas disuelta, prontamente
llegará
a Grecia, Italia y hasta Libia,
buscará
algún palacio submarino
o
hallará su quietud en el Oriente.
ELEGÍA XIV
A veces un
instante
del tiempo se equivoca
y todos los aromas y sonidos
o tal vez los sabores, las personas,
los sitios de otros años que se fueron,
renacen de repente
con una intensidad que casi nos asusta.
Y vemos a
los muertos
que tanto nos amaron
y nos hablan de nuevo
y no es un sueño todo.
Granada a
nuestros pies, otra Granada
más íntima y fulgente
bajo la suave noche de un otoño
que yo ya no recuerdo.
Los juegos
con mis primos;
mis padres en el auto,
y el olor del pinar que comenzaba
en la misma cuneta…
A veces un
instante
del tiempo se equivoca.
Es un instante sólo,
pero brilla y nos arde en lo más hondo
como si fuera eterno.
ESTAMPA DE LOS AÑOS CINCUENTA
Ver la
lluvia a través de los cristales
de un café de provincias en domingo:
los burgueses felices en su limbo
van y vienen por entre soportales;
las muchachas, distintas pero iguales,
que sin rumbo pasean en corimbo,
como erráticos ángeles sin nimbo,
buscando quien las haga terrenales;
una monja, un soldado, algún mendigo,
un famélico perro, cien paraguas
y las mismas campanas retadoras.
Fuma adentro el anónimo testigo;
ya no evoca ni espera ya otras aguas;
acabó por creer vanas las horas.
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